CUARENTA CUENTOS EN CUARENTENA.
La idea de escribir un libro de relatos durante el confinamiento no es muy original. Es más, en este momento en el que ya me va bajando la fiebre, confieso que me parece una iniciativa pueril, un déjà vu de tantos y tantos proyectos colaborativos inacabados, una de esas buenas intenciones que jamás llegan a buen puerto. Si no fuera porque he perdido la capacidad de oler, todo esto me olería a cuerno quemado. A llanta desgastada. A culo pelao.
«Si es que pareces nuevo», me digo mientras sigo intentando olfatear algo. «Tú no aprendes», sigo, mientras abro botes de especias, prácticamente esnifo la pimienta, «¿no te parece un rollo muy amateur eso de los relatos encadenados escritos por distintas personas? ¿Qué estamos, en los noventa?»
En las noticias dicen que la pérdida de olfato aún no puede ser considerada como un síntoma inequívoco del Coronavirus. «Además, ¿acaso conoces a cuarenta personas dispuestas a perder su valioso tiempo de cuarentena escribiendo para esto?»
Foto: Women wearing surgical masks during the influenza epidemic, Brisbane (1919). Original image from State Library of Queensland. Digitally enhanced by rawpixel.
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